jueves, 8 de agosto de 2013

EL PUEBLO DE LLUVIA QUE SE LLOVIZNABA CON LOS LENTOS SALTOS DE UNA MORALIDAD QUE AMANECIÓ ENTRE LAS PIERNAS DE UNA PUTA QUE COPULABA EN EL HUECO DE SU CORAZÓN.

Las veinticuatro civilizaciones conectadas al desarrollo genético de la vida en la Tierra descienden desde la envoltura de su biosíntesis lumínica para dotar así de una imagen a la semejanza de la luz en espiral que se polarizará en el  ADN. 
Una sombra recuerda ser la tinta del sol y obtiene un progresivo crecimiento celular en el artículo de un periódico que se nutre de las ideas de sus lectores.
Las palabras tienen el pellejo gastado.

En los músculos del viento los relámpagos se hacen pensamientos de calor.
Hay delfines bajo el hielo que usan pechos en las caderas. Sus ojos son lirios eléctricos.
En las nalgas de una mujer el alma busca a sus lagos más secos y tristes.
Los mamíferos que operaban desde las dimensiones lumínicas llevaban sus ojos llenos de lágrimas en un valle roto por el tiempo.

Sintetizaba su manifestación de vida en la enfermedad del aire. Después, su silencio adolorido pasaba por una longitud de onda que le carbonizaba los sesos. 

- Hay algo que brilla en el gesto de la muerte cada vez que una sirena ladra y se cubre la cabeza con una reflexión.

Hélices dobles se desincorporan cuando el gen le saca el corazón a sus enlaces de nitrógeno. 

La razón mete todas su venas en el pulso de la alegría. La lucidez... huye entonces del lugar. Mientras, el intelecto se enamora de una mujer de hielo.

Un ruido lejano equivale al rostro artificial de un sonido que se ha sentado en los pómulos del aire. 
En su piel el sexo crecía una nota musical que se auto engendraba en las fronteras de su vacío.