lunes, 17 de diciembre de 2012

EL TIEMPO QUE ONDEABA EN EL HUECO DE TU OMBLIGO DONDE DERRAMABA MI TERNURA EN PARACAÍDAS PARA VACIARME EN SUS SENDEROS.

Capas de luz ascienden en la lluvia hacia formas/pensamiento mientras que en la Shekinah los átomos se dispersan. Un cuerpo de agua extendida reduce su velocidad ante el umbral de estrellas que están fuera del espectro visible. En las secuencias espaciales, regiones soberanas del universo central, viven en las piernas de un amor paralelo por donde se filtran los dibujos de mundos ya aterciopelados por el calor.

- En mi pecho los mostradores de la tierra se vacían...
Y el hombre muere allí donde el poeta monta a caballo sobre un perro que se lleva los senos del alma.

Su beso se fija en mis labios. Toma la estructura de una sacudida que va latiendo mientrás se evapora sobre una almohada de frambuesas.

Una inteligencia lumínica que habita entre planetas espirituales sobrevuela, en forma de paloma, el techo de mi hogar. En ese instante, en los niveles de la inteligencia creadora, se forma un campo de control del verbo que ingresa, como filos, sus briznas lineales en mi entendimiento vacío.

Un cabello cae y abre una ventana en el azúcar del vapor.
- Acarícia mi estrella abierta de aire seco, amor. 

Una pregunta le escribe al abismo a orillas del mar. Desata tus sueños para que no envejezcan y se arrugen en los brazos de cada mirada. Después, los coloca con cuidado en la frente de mi verso que te espera en un frasco azul.

La sangre del cerebro se está abotonando la vida. Va poniendo sus óvulos encima de las plumas de un búho. 
Crecen lingotes de cuarzo en el viento que golpea los cerezos.