jueves, 25 de abril de 2013

LAS ORILLAS DE AGUA QUE SE CLAVARON CON CUIDADO EN UNA RISA QUE MORDÍA EL DOLOR DE SU TIEMPO ARRUGADO CUANDO NO ESTÁS CONMIGO.

Se acuesta sobre el tiempo mientras que un animal extiende su grupa de luz en un teclado que lo arrastra al eje de la música donde un estado geométrico entra en el campo de las formas cristalinas de su sangre para que los recuerdos metan sus dedos en el crujido de una idea que escapa por la abertura de mi mente en la que un árbol de piedra canta clavando sonidos hechos de alfiler sobre las creaciones biofísicas del átomo más pequeño del hidrógeno hasta este poema que transpira desde la otra orilla vuelto un fruto que suda colgado a los costados del inmenso rugido de la mente universal como una molécula orientada hacia el actual espín de las nuevas formas reticulares estelares que son conectadas a los cronomonitores vibrátiles de la conciencia extraterrestre que dice cómo se abrirán las fronteras del tú en tu yo al huir desde los pequeños murmullos del ego cuando en los mundos de percepción sucesiva las esferas de la especie reúnan información en muñecos emitidos mediante la muerte de un hilo que salga de la niña que llore en su propio retrato perdido al fondo de una salamandra estimulada por la radiación de onda corta de amplificación electromagnética que emerja de la indomable soledad reunida en una cascada de aguas que cae desde una ola lisa para alumbrar la caja de cristal negro a ras del aliento de un ser soñado en una memoria de cincuenta centímetros de altura con angustias rígidas en el cuerpo de los pájaros que pierden su cabeza y huelen a senos estudiados por el hueco de un ojo salido de la fuente de frialdad de colores frígidos que nacieron en las almohadas que hoy vacían la existencia que no quiera entrar en un carruaje amarillo y perdido a la espera de acariciar la mano de ceniza que cubra al mar eterno que encierre con llave al silencio rubio que se marchite en el cesto.