sábado, 23 de noviembre de 2013

LA LEJANÍA QUE EXPIRÓ SOBRE EL COLOR DEL TIEMPO QUE SE SALIÓ DE LA VIDA TATUADO EN LA CINTURA DE UNA NIÑA EXTRAVIADA CUYAS PALABRAS CAÍAN POR SU MINIFALDA.

Algo me apuñala acurrucado en mis músculos, lagrimea en cada fase de mi actual era universal, cuando mi mente se salga de las manos del tiempo los ministros de mi cerebro posarán en ella su oleaje incoloro, mis ligamentos son un látigo en la extensión del alba, en una vieja pared se forman esfinges, ellas son los espíritus maternos de las futuras edades para la capacitación de mundos escuela, un deslizamiento de ojos en la fruta besan al abismo oculto que ha caído sobre un ramo de jazmines, el invierno tiene su silencio amarillo, una rotación de la realidad agarra con las manos al agua del tiempo, la ausencia se refresca en flores rojas como quemaduras, el universo central del espacio exterior se desliza en una sonrisa que lleva toda la gravedad humana, una onda resbala encima del peso de su propia inquietud, la virtualidad ensombrece su nube en la fragilidad de un sueño, en un futuro remoto nuestro sistema solar tendrá el aspecto físico más cercano a la curva meridional del nivel espacial más próximo al círculo de proyección de su nivel material, una lengua piensa en el calor que se le encoge en las palabras, el amor vacía su frasco de paisajes sin regreso trás el olor partido de un sonido abierto, con la piel del aire los ruidos engendran frío en senos humedecidos, tirada entre las venas de una hora la inconsciencia carga sobre sí la delgadez del cuerpo de su sentimiento, el color de la frigidez es verde cuando la carne lo succiona, el corazón de la tristeza está cortado por un vidrio, Lesamieron respira el hilo de azúcar de 100.000.000 de planetas habitables, cuando los niños se ponen las botitas del espíritu descubren que su fibra creadora se hace irreconciliable con cualquier otra limitación exterior, la realidad tiene el vientre aplanado, una leprosa me pone sus labios en plena boca y se hace hombre, el flujo del azufre endulzado gime apoyado sobre un arpa muda, mi deseo deja la huella azul de tu voz contra la pared.